Domingo de Ramos

La Promesa

Querido diario: 

Te cuento que hoy es Domingo de Ramos. El final de la cuenta atrás en esos calendarios cofrades en los que ahora pone cero y en una semana pondrá que faltan 365 días… y, ¡hala!, a descontar día tras días hasta que demos otra vez la vuelta completa al sol y vuelva a ser primavera y nos encontremos justo donde estamos ahora mismo: en el Domingo de Ramos. Este día, es sabido, resulta muy especial para todos los amantes de los asuntos semanasanteros, porque hoy empiezan siete días santos de una manera triunfal y a partir de aquí todo se precipita en una sucesión de procesiones, imágenes, veneraciones, sonidos y desfiles que sin solución de continuidad nos llevan casi sin darnos cuenta hasta el Viernes Santo, cuando todo se consuma. Y un poco más allá, en siete días justos, el Domingo de Resurrección. Principio y fin de todo este drama. Y de nuestra fe. Pero vamos a lo cercano. Este día también está señalado en rojo en el calendario de la Piedad por una razón muy importante. Y es que justo hoy se cumplen 152 años desde que otro Domingo de Ramos del año 1871 el arzobispo de aquel entonces, que se llamaba don Manuel García Gil, bendijera la impactante talla que había sido concebida y creada por el insigne escultor don Antonio Palao. Es decir, que justo hoy es, como si dijéramos, el cumpleaños de la Piedad. Bueno, o su aniversario si nos gusta más entenderlo y decirlo así.

Voy a contarte rapidito -porque ya te he dicho que es Domingo de Ramos y tengo la agenda repleta de compromisos- la bella historia de amor que se esconde detrás de esta fecha tan redonda y de la efeméride que conmemora. Pues resulta que un mal día del año 1870 falleció un ilustre y conocido señor zaragozano, prócer de la época, que respondía al nombre de Enrique Almech y Langarita. A los pocos días del entierro, su desconsolada viuda, llamada doña Ana Falcón y Bravo, realizó una última promesa de amor al recuerdo de su esposo: encargaría esculpir una talla en su honor en la que se reflejase todo el inmenso caudal de cariño que juntos habían atesorado en tantos años de matrimonio. Como estamos hablando de personas piadosas y de una sólida y rotunda fe, consideró que lo ideal sería que aquella imagen fuese donada a la Sangre de Cristo para así enriquecer la magna procesión del Santo Entierro que cada Viernes Santo organizaba la hermandad en Zaragoza desde tiempos, según se dice, inmemoriales. Así se hizo. Y contando con la promesa de que aquella magnífica obra permanecería siempre expuesta a la veneración de los fieles en uno de los altares más distinguidos de la iglesia de Santa Isabel de Portugal, conocida popularmente por los zaragozanos de aquella época y de la nuestra como San Cayetano, doña Ana entregó la escultura a sus nuevos dueños en los últimos días del frío invierno del año 1871. Así, la viuda de don Enrique había cumplido su promesa de amor.

Y ya estamos, apenas unas semanas después, en el Domingo de Ramos de aquel año finisecular. Ponte en situación: el señor arzobispo desciende paso a paso por una larga, marmórea y espléndida escalera que desemboca en el patio central de su magna residencia. Allí aguardan la bendición arzobispal los hermanos receptores de la Sangre de Cristo junto a la impresionante imagen que Palao y sus colaboradores más íntimos han tallado durante el último año con primor, oficio y excelencia. El resultado impacta tanto, la obra resulta tan conmovedora, tan bella, tan delicada, que se decide realizar una procesión desde el mismo palacio hasta San Cayetano para presentarla a los ciudadanos. Cuentan las crónicas que el pueblo zaragozano se dio cita a miles para contemplar por primera vez el rostro de aquella Madre angustiada. El flechazo fue inmediato y la Piedad, que entonces se llamaba la Soledad, pasó a formar parte casi inmediatamente del acervo sentimental de la ciudad, que ya siempre sintió una devoción singular por aquella obra que el maestro Palao construyera siguiendo los designios de una promesa de amor eterno. Por cierto, y antes de dejarte que tengo mucha prisa, aquel Domingo de Ramos de 1871 en que sucedió toda esta historia, era 2 de abril. Hoy también es Domingo de Ramos y también es 2 de abril. Se cumplen 152 años desde que se cumpliera aquella promesa de la que hoy somos todos nosotros herederos. 

Hasta pronto, querido diario

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro