Domingo de Resurrección

La Piedad

Querido diario: 

Te cuento que hoy el círculo ha terminado de completarse. Se ha abierto la piedra que sellaba el sepulcro y se ha cerrado la puerta de San Cayetano. El año para un cofrade de la Piedad, o al menos para éste que te escribe, comienza y termina ante los muros de San Cayetano primavera tras primavera: o estoy recibiendo a la Señora o la estoy despidiendo. Principio y fin, o viceversa. Hoy, Domingo de Resurreción, toca despedida anual. En un día como éste me gusta madrugar para bajar a esta especie de templo de mis sueños y asistir y  participar en las labores de recogida y cierre del ciclo semanasantero. Me emociona -a estas alturas ya conoces mi parte tierna- eso de ir deshaciendo el inmenso manto rosa hasta dejar la carroza armada únicamente de una fila de pacíficas velas ascendentes. La miro así, desnuda de claveles, y se me representa como una imagen anciana, de otros tiempos, de cuando las carrozas paseaban Zaragoza sin apenas exorno floral y era como si los santos estuvieran más cerca, más accesibles, casi al alcance de los fieles que asistían expectantes a los desfiles. Así vista, entre el silencio recién recuperado en San Cayetano, la Virgen ofrece una sensación de tranquilidad, como de una relajada dejadez. Tal vez le pasa como a mí: que está cansada y agotada después de unos días tan intensos de ir de aquí para allá, con tanto desfile, tantos kilómetros de procesión, durmiendo fuera de su casa y todo a deshoras… Hoy, ya de regreso a su altar, parece decirme: “Esto ha estado todo muy bien, superior… pero ahora vete y déjame descansar un ratito, anda hijo”. Así que le he hecho caso: le he rezado una vez más mirándola a los ojos, le he lanzado un último beso, una última mirada y me he dado la vuelta para que no me viese que se me llenaban los ojos de lágrimas. “No llores, que no me voy”, me ha parecido que me susurraba tiernamente. Pero ya no había nada que hacer. Me caían unos lagrimones como bolas de barandao cuando atravesé por última vez la puerta de San Cayetano. Y entre hipos disimulados, le he prometido que volveré para sacarla de paseo dentro de 355 días. Cuando la primavera vuelva a ganarle la partida al invierno, la luz derrote a la oscuridad y vuelvan a ser las cero horas del sagrado Viernes Santo. Cuando la Piedad esté en la calle. Y yo con Ella.

Pd: No me quiero marchar por última vez esta Semana Santa sin dar las gracias a quienes habéis tenido la amabilidad y la inmensa generosidad de pasaros por aquí para seguir las andanzas de este humilde cofrade reflejadas en su peculiar diario. Ojalá haya estado a la altura que os merecéis. Muchas gracias. Y, sobre todo: ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro