Jornada segunda

Jornada segunda bis (Segunda Estación), El lavatorio de los pies  Jn. 22, 1-17

 Reunidos en torno a la mesa, Jesús desconcierta a los discípulos, les “rompe” los esquemas, invierte los papeles. Puesto todo “patas arriba”, el Maestro les enseña, una vez más el camino del servicio, de la abnegación humilde y discreta, a ras de suelo.

Como a nosotros en esta circunstancia que nos toca vivir, nuestro “lavatorio” es la paciencia, el cariño puesto en las cosas pequeñas, como ordenar la casa o conversar más rato por teléfono con nuestros seres queridos. Cuando menos lo esperamos, Dios nos sorprende y nos pide un poco más… y podemos darlo.

Señor Jesús, danos  humildad para hacernos “servidores” de tu causa y hacerlo con discreción

Jesús lava los pies de sus discípulos

Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?
Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. 
Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 
Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 
Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 
Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. 
Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 
Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 
Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 
Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. 
No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.
Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy. 
De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

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Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro