Jueves, 20 de abril de 2023

La Sequía

Querido diario:

¡Vaya susto esta mañana! Te cuento que he encendido la radio nada más despertarme y la voz del locutor me ha puesto en alerta máxima inmediatamente: “La pertinaz sequía asola la península, que registra unos bajísimos índices de precipitaciones sin precedentes en décadas”, peroraba indignado y con tono desabrido el concienciado periodista, antes de lanzar su ataque frontal y definitivo a la ya muy alarmada audiencia, entre la que yo humildemente me encontraba: “Estamos ante el periodo sin lluvia más prolongado desde que se tienen registros. ¡100 días sin llover!”, dijo casi a gritos y en tono claramente acusatorio. Yo, que en ese momento me estaba cepillando la dentadura y a punto de aclararme la boca, me sentí claramente aludido y muy responsable del desastre medioambiental que por mi culpa se avecinaba. Así que di un respingo y sin encomendarme a Dios ni al diablo cerré el grifo… con el espumoso dentífrico aún entre las muelas. En fin, voy a dejar el espinoso tema aquí porque sé que no te interesan mis abluciones matinales y porque además tampoco es que sea importante para lo que te voy a contar a continuación. Y eso que yo también he venido a hablar de la sequía, que es un tema muy serio y que en la Piedad nos preocupa y ocupa desde hace tanto tiempo que ni siquiera el famoso locutor de esta mañana había nacido. Para entenderlo te voy a llevar, querido diario, al año 1949. Y para esta excursión no vas a necesitar paraguas.

Siempre he tenido la sensación de que la Piedad es en sí misma un universo completo. Aquí pasa o ha pasado de todo. Noticia o suceso o acontecimiento o invención novedosa que aparece en cualquier ámbito, resulta que algo similar o parecido o lo mismo ya sucedió hace algún tiempo en la Piedad. ¡Es que es asombroso! Y si no me crees, para muestra este botón de hoy. Te he dicho ya que en las noticias de alcance ocupa un lugar preferente estos días la pertinaz sequía. Pues te cuento que idéntica preocupación y por el mismo asunto se recogía en nuestro folleto de 1949, porque en aquella cuaresma se cumplía justo un año sin que una sola gota de agua hubiese regado la provincia de Zaragoza, e incluso todo Aragón. La contumaz sequía había reducido el campo a un desierto. Muerte y desolación. Cosechas perdidas. El Ebro reducido a un triste hilillo, no hay agua para regar ni para beber ni para lavarse ni para curar. Incluso la industria para en seco por falta de energía. En una década de pobreza, en un país de posguerra, la falta de agua trae miseria sobre miseria, hambre sobre hambre. Y aquellos primeros cofrades no son ajenos a la tragedia. En la Piedad se elevan plegarias: “¡Señor, haz el milagro!¨, se reza desde el púlpito de San Cayetano y se ruega desde las páginas de aquel folleto. Y además -a Dios rogando y con el mazo dando- el órgano caritativo de la Piedad trata de estirar hasta el extremo la ayuda a quienes peor lo pasan, que siempre son los mismos. Desde la Junta de Gobierno se envía a los cofrades una consigna preferente, que es como la arenga matinal del periodista, pero versión Piedad: “Pedir a Dios, con espíritu de penitencia, que ponga fin al flagelo de la sequía”. Por eso hoy, al escuchar al afamado y madrugador locutor hablar sobre las consecuencias y los peligros y el desastre que supone la falta de lluvia… yo he pensado en que tristemente no hay nada nuevo bajo el sol. Que de todo hay precedentes. Y a continuación me he tragado la pasta de dientes.

Pd: Aquella madrugada del Viernes Santo de 1949 no se calaron las túnicas lanudas, ni se troncharon húmedos capirotes, ni ningún hermano resbaló en los mojados adoquines del Boterón. No llovió.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…) 

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro