La Piedad se despide de su capellán

La cofradía celebró una eucaristía en San Cayetano que sirvió como homenaje y despedida emocionada de don Antero Hombría

La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro se despidió de don Antero Hombría, su Capellán Director Perpetuo, en una misa llena de emotividad, sinceridad y sencillez. Fue una eucaristía, una reunión de hermanos, “llena de esperanza y gratitud, nunca de tristeza”, en palabras de don Luis Antonio Gracia Lagarda que, acompañado por don Sergio Blanco, dirigió una celebración que definió como “distinta a la de hace unos pocos días en la Fiesta de la Titular”. Allí estuvimos todos: las juntas de Gobierno y Consultiva, el Delegado Diocesano para las Cofradías, los Hermanos Mayores de las cofradías zaragozanas, cofrades de Zaragoza y los hermanos de la Piedad. No podía ser de otra manera, en una tarde plomiza de primavera en la que por primera vez en casi sesenta años don Antero Hombría Tortajada faltaba a la cita con su cofradía. Por eso San Cayetano volvió a ser el refugio de los cofrades de la Piedad, porque entre sus muros encontramos una vez más sosiego, tranquilidad y esperanza. Esa paz que siempre quiso transmitirnos don Antero, el hombre inteligente, el sacerdote bondadoso, el maestro imprescindible, el capellán pacífico que un día del año 1970 recogió una antorcha con la que iluminar eternamente el camino de la cofradía de la Piedad.

La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad ha sido siempre profundamente seria, con múltiple y repetida mirada hacia lo fundamental. Importa más entre nosotros la liturgia que la procesión, el santuario más que la calle. Es para nosotros antes la verdad que la catequesis, el hecho antes que la imagen. No solamente seria, sino que además la cofradía ha sido siempre hondamente severa. ¿Acaso son otra cosa nuestros vía crucis penitenciales, a altas horas de la madrugada con frío y bajo la lluvia? ¿Acaso refleja algo distinto la limosna penitencial a las madres desvalidas y desamparadas para acompañar luego la Imagen procesional de Nuestra Señora teniendo en sus brazos el cadáver de su Hijo? Severa, y serena también. Sin aspavientos. Sin gritos de angustia. Sin que acabe de cuajar el canto de la saeta. Marchando más bien al ritmo serio, severo, sereno de un timbal o de un ordenado redoble.

                                                                                Antero Hombría, Capellán Consiliario (1970)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro