Lunes, 27 de marzo 2023

La Fiesta

Querido diario:

Te cuento que deambulo por este lunes con la cabeza todavía rebosante y alterada, después de una jornada tan cargada de sensaciones como siempre resulta el domingo de la Fiesta de la Titular. Permanecen aún fijos en mi retina y en mi mente rostros, abrazos, reencuentros, lágrimas, frases, personas, gestos, mensajes, cariños, homenajes, promesas… También dolorosísimas ausencias. Todo lo llevo como arrebujado en una madeja de sentimientos y vivencias tan intensos, que apenas consigo desenredar en el intento infructuoso de poner orden y concierto en mi desordenado cerebro. Esto de la Titular, ya te lo decía en otra ocasión, es mucho más que una mera celebración anual más o menos organizada. Aquí, en la Piedad, el día de la Titular es un día de Fiesta grande. Y lo notas en las miradas de la gente que va acercándose al templo, en el porte, en la vestimenta, en los comentarios, en los saludos. Hasta las maneras de andar denotan que esta mañana luminosa no es como las demás: no es un domingo cualquiera. Hay tal alegría contenida en el ambiente, que por momentos se tiene la sensación de que la concurrencia podría ponerse a aplaudir o a repartir saludos y parabienes a diestro y siniestro sin más, con el único propósito de soltar toda la carga de energía positiva que les aprieta el corazón y hasta de hacer manifestación pública de felicidad. Y de compromiso. Y de amor.

Como ya te he contado en alguna otra entrega de mis confidencias en qué consiste la parte fundamental de todo esto, no insistiré. Simplemente los cofrades de la Piedad y sus familias ya saben a qué y para qué peregrinan por multitudes de cientos y cientos hasta San Cayetano. Así que sobre este apartado sólo te diré que podemos estar muy orgullosos un año más. Hemos respondido y estado a la altura. Bueno, incluso por encima. Dicho esto, quiero contarte un par de cosas que me gustan muchísimo en esta celebración. Además de la asistencia, claro, y de volver a ver después de un largo año a algunos hermanos a quienes no les echaba el ojo desde la última primavera. Por eso la primera alegría de la mañana son estos reencuentros, muchas veces con abrazos que saben a Piedad pura. Pero ya metidos en harina, tengo que confesarte que me emociona de manera especial el paseíllo con el que arranca esta hermosa ceremonia. Ahí está el guion y también los componentes de la Junta de Gobierno con el consiliario. Aunque lo que a mí más me emociona es contemplar el paso de esas cruces de madera oscura, rotundas, severas, vestidas únicamente con los nombres de los hermanos de la Piedad que un día estuvieron en el mismo lugar donde yo me senté ayer, que compartieron idénticas inquietudes que las nuestras de ahora y que sintieron la misma alegría que yo siento cada Domingo de Pasión. Sé que un día, cuando Ella disponga, mi nombre estará clavado en una de esas cruces. Y a mí, lejos de inquietarme, esa certeza me conmueve y me sosiega. “Nunca se deja de ser cofrade de la Piedad”, dijo nuestro actual Hermano Mayor, Pedro Cía. Llevo esa frase cosida al alma.

El otro momento destacable es para mí el del homenaje a los hermanos que celebran su setenta y cinco aniversario como cofrades de la Piedad. Es que me fascina y a la vez me rompe. ¡Setenta y cinco años! Diez hermanos -¡diez!- conmemoraron este año semejante efeméride, que a mí se me antoja tan improbable como heroica. ¿Quién permanece fiel, inconmovible, a un ideal durante setenta y cinco años seguidos? Sin dudas, sin replanteamientos, sin infidelidades, sin cuestiones, sin alterarse, durante todos los días de todos los años de toda una larga existencia de setenta y cinco años. Me resulta fascinante.  Me parece tan maravilloso, que no quería que se me pasase el día sin dejarlo dicho. A título de anécdota, y para darle perspectiva real al acontecimiento, te diré que en 1948, hace setenta y cinco años, asesinaron a Gandhi, se inició el plan Marshall, la revolución comunista de Checoslovaquia, la primera guerra arabe-israelí y Birmania obtuvo la independencia del Reino Unido… por decir algo. Y ya para ir marchándome, te dejo otra frase de otro Hermano Mayor, Carmelo Zaldívar, que viene pintiparada para este tema y como homenaje a estos diez magníficos e históricos cofrades de la Piedad: “En los cargos vamos sucediéndonos los cofrades, pero en la cofradía pertenecemos para siempre. Permanecer: he aquí el principio y el fin de nuestra misión como cofrades de la Piedad”. Así que don Ramón María, don Eduardo, don Jesús, don José Alberto, don José María, don Emilio, don Francisco Javier, don José María, don Guillermo y don Lorenzo, muchas gracias por esta maravillosa lección de vida en la Piedad. ¡Qué Fiesta más extraordinaria!

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro