Martes, 11 de abril de 2023

El Clavel

Querido diario:

¡Qué sorpresa, eh! ¿Ya te creías que no iba a venir a contarte mis cosas porque se había acabado la Semana Santa? Qué cosas tienes… Lo que pasa es que el domingo pasado -el de Resurrección- llegué a casa molido, tomé asiento y de pronto fue como si se me viniera encima todo el peso del cansancio acumulado en siete días de no parar. Y no sólo el físico, también mental. Así que hociqué en tablas, que dice un amigo piadoso muy aficionado a los toros, me rendí y casi no he levantado cabeza hasta hace un rato. Pero en tu honor te diré que lo primero que pensé al volver a mi ser, fue: y si me pasase por mi diario y le contase algo suave para arrancar la semana… Dicho y hecho, me bajo el capirote y aquí me tienes otra vez delante del teclado. Puestos a contarte confidencias, te diré que he tenido que quitar el hábito de encima de la silla del ordenador, donde lo debí dejar al regresar del Santo Entierro y ya no lo toqué. Y en este ir y venir de recogidas, también he compuesto y colocado en un jarrón unos cuantos claveles de la Virgen que tenía por aquí viviendo salvajes. A ver cuánto aguantan. Y es ahí, con las flores en la mano, cuando precisamente me ha venido a la cabeza el asunto sobre el que te quería hablar hoy: los claveles.

Vamos allá. A mí, cofrade del siglo XXI -aunque llegué en el anterior, la verdad-, se me antoja imposible concebir el paso sin ese monte de claveles rosas que adornan y ennoblecen y resaltan la belleza de nuestra Virgen. Cierto es. Pero como te digo muchas veces, las cosas no siempre fueron como las vemos en la actualidad. Aunque es cierto que lo de adornar los pasos y carrozas viene de lejos en nuestra casa, los primeros años tras la fundación también lo fueron de gran escasez y estrecheces económicas. Recién terminada la guerra, con cartas de racionamiento y recursos limitados, pensar en destinar dinero a poner flores sonaba a disparate. Y lo era sin duda. Así que los doce primeros años, suficiente hicieron nuestros ilustres predecesores con fundar una cofradía, poblarla de hermanos, sobrevivir, sacarla con honores a la calle, afianzar la cita a las cero horas del Viernes Santo y llegar a San Nicolás un rato después entre el fervor popular y la emoción del barrio del Boterón. Todo lo que te he relatado de tirón, representa en sí mismo una auténtica heroicidad. Pero una vez conseguido, aquellos cofrades magníficos se pusieron a pensar en cómo engrandecer una obra ya grandiosa. Y aquí vienen los claveles.

Vámonos a 1949 para conocer a don Manuel Balet Salesa, que afrontaba aquel año la responsabilidad de ser el tercer Hermano Mayor de la historia de la Piedad. Cierto que había tenido por delante dos auténticos titanes en las figuras imponentes de don Fernando Beltrán y don Antonio Blasco. Pero si crees que este hombre, industrial emprendedor e inagotable, se iba a dormir en los laureles alcanzados… pues lo llevas claro. Dinamizó la procesión, amplió el eco y la llegada de la Piedad en todos los órdenes y a todos los estamentos, fortaleció la ayuda a la Madre Desvalida, impulsó el folleto… e inició una costumbre que con el paso del tiempo fue mejorando y creciendo hasta convertirse en una de las señas de identidad de la cofradía: adornar los pasos. 

Aquel año, una sencilla llamada apareció en el folleto. Eso sí, acompañada del dibujo precioso de unos claveles: Un ramillete de cada hermano permitirá cuajar de flores las peanas de la Virgen y el Santo Cristo. Pueden enviarse el Jueves Santo a San Cayetano y el Viernes Santo a San Nicolás. Los cofrades de entonces, que lo cazaban todo al vuelo sin necesidad de que se les insistiera, fueron respondiendo poco a poco y así se consolidó una costumbre que con los años es tradición y belleza y buen gusto. La diferencia es que hoy es la cofradía y no los cofrades quien asume el gasto del exorno floral, magnífico por otra parte. Aunque a mí, te lo confieso, lo que me gustaría conocer sería la opinión al respecto de don Manuel. Pero me da que cuando levantase la vista y viese ese inmenso manto rosa llegar hasta los pies mismos de la Madre, daría su aprobación. Vamos, digo yo. ¿A ti qué te parece?

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro