Martes, 18 de abril de 2023

La Nostalgia

Querido diario:

Te cuento que ando estos días como un poco despistado. Camino las calles de mi Zaragoza haciendo como un continuo ejercicio de regresión: por aquí pasé hace diez y tantos días vestido y calzado de cofrade de la Piedad, aquí crucé miradas con Ella, allí me detuve y me giré hacia el centro de la calzada como es preceptivo en esta santa cofradía, acullá me trastabillé con una baldosa suelta que casi me descoyunto, me acuerdo que encarando este cruce se tocó Velilla, justo a esta hora pisé la plaza de San Cayetano o en este mismo instante entré en el Boterón… y podría seguir y seguir. Estas semanas después de la semana son días de nostalgia. De recuerdos. De remembranzas. Echo de menos los días y las noches, el calor y el frío, los agobios y las soledades, el cierzo y la lluvia, el hábito y el capirote, el recogimiento y el bullicio, el silencio y el redoble, la maza y la baqueta, el paso y la peana, el lento caminar y la aceleración del tiempo. Y echo de menos, ante todo, a esa gente con la que convivo de manera intensísima cuando estalla la primavera cada año, con la que comparto tal vez los momentos más profundos de mi vida y con la que he aprendido a lo largo de los años a hablar sin necesidad de articular ni una palabra, a expresar sentimientos y recibirlos apenas con un simple gesto o con una sola mirada percibida tras el borroso antifaz del capirote. Si me detengo y lo pienso, me doy cuenta de pronto de que en la Piedad he encontrado -y no sólo yo- sentido a la vida, al paso del tiempo, a mí mismo. A la Piedad he acudido -y no sólo yo- en mitad de las tempestades, en la mar revuelta, en la oscuridad insondable, en mis peores miedos. Y siempre la he encontrado, porque creo firmemente que la Piedad está siempre cerca cuando de verdad la necesitas. Eso sí, hubo ocasiones en las que no fui consciente en el preciso momento, pero después con algo de perspectiva y al pensarlo detenidamente… En fin, que me pongo trascendente y no venía a contarte eso, querido diario. O igual sí. Lo que yo tan torpemente quiero decirte hoy, lo explicó ya hace algún tiempo y con extrema sencillez, delicadeza y la sabiduría propia de la edad y de su legendaria bonhomía, una persona muy querida en esta casa y parte fundamental de nuestra historia: don Enrique Octavio Sanz, número 1 de nuestras listas y Hermano Consultor (primero fue lo primero, después llegaría lo segundo): “La cofradía de la Piedad ha sido mi vida. Con mi familia, lo mejor de mi vida”. Nada más que añadir.

Pd: … y echo de menos los abrazos, los ensayos, los reencuentros, la cena del Jueves Santo, las risas, la sensación de estar entre los míos, la emoción, alguna lágrima, veros, la salida, la llegada, la calle Manifestación, la del Sepulcro, el piquete y la sección, a los ancianos del lugar y a los infantes con bonete, a las canonesas, San Nicolás el Viernes Santo por la tarde, caminar por el Boterón de madrugada, el peso de la vara, el bombo, tocar con ellos, tocar para Ella y para Él, mirarlos a la cara cuando pasan, rezarles, hablarles, caminar junto a vosotros, saber hacia dónde voy, abrir el folleto por primera vez, el aroma dulzón del incienso, las velas y las guardias, el azul marino, el blanco roto, la cruz bermeja en el pecho, el discurso del Hermano Mayor, el faltan cinco minutos, el Dios te Salve María, el portón inmenso, las cero, la noche estallando en luz, la Piedad está en la calle, el ruega por nosotros… Echo de menos escribir este diario de mi cofradía. Y sobre todo a ti, hermanico. Tal vez todo esto no tenga mucha lógica para algunos. Yo sólo les diría que aquí se viene a sentir, no a dar explicaciones.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro