Miércoles, 12 de abril de 2023

El Consiliario

Querido diario:

Hoy es 12 de abril y por lo tanto me veo obligado a contarte que se cumplen justo ocho años desde el fallecimiento de don Antero Hombría Tortajada. Quien fuera, sin lugar a la duda, una de las personas más influyentes en toda la larga historia de la Piedad. Don Antero, así lo conocíamos y lo llamábamos con respeto aunque luego lo tratáramos con un cariñoso tuteo, fue el capellán director de la cofradía durante casi seis décadas, que se dice pronto. Hombre docto, ilustrado, respetado, detallista, cercano, riguroso, gran orador, experto conocedor de la mística de la Piedad, su consejo fue el faro que alumbró constantemente la larga travesía de la cofradía desde su llegada en marzo del año 1956, destinado, preparado y dispuesto para recoger la antorcha que por razones de edad y por los avatares de la vida le pasaba don Leandro Aína Naval. Aquel que fuera padre espiritual de la Piedad desde sus primeros balbuceos. Desde entonces, sujetos a la palabra de don Antero, a su ejemplo, a su magisterio, generaciones de cofrades de la Piedad crecimos como hombres y como cristianos. Y con sus aportes la cofradía ganó año a año en consistencia, en poso espiritual. Y en serenidad y en profundidad y en objetivos. Don Antero se llevó en su partida una parte de nosotros, tal vez la mejor, como cofrades suyos, como amigos suyos, como personas a las que él educó y ayudó y asistió en tantos aspectos vitales. Pero nos dejó lo mejor de sí mismo: una huella indeleble en nuestro corazón y su inagotable impronta de la que estará para siempre impregnada la cofradía de la Piedad. La que nos hace únicos, diferentes.

La partida de don Antero dejó un vacío profundo en el alma de la cofradía, que inmediatamente cubrió don Luis Antonio Gracia Lagarda y que duraría hasta su muerte el 27 de agosto del año 2021. Amigo de su predecesor, con quien vivió hombro con hombro casi desde la niñez y de cuya sabiduría aprendió, bebió y atesoró amplios conocimientos, don Luis Antonio se convirtió en nuestro guía después de haberlo sido todo en la cofradía: infante con bonete, hermano de número y, por fin, consiliario. Pero siempre hermano de la Piedad. Una característica, por cierto, que ha adornado a nuestros religiosos: todos fueron en la casa antes cocineros que frailes, si me permites la cariñosa licencia. Así lo fueron también antes de tomar los hábitos don Juan José Padrós Echegoyen y don José Bosqued García -que llegó a alcanzar el número 1 de nuestra lista-. Y, por supuesto, hermano de número es desde su juventud el actual consiliario, el cuarto de nuestra historia, don Sergio Blanco Izar. Un sacerdote pluriempleado, activo, poliédrico, comprometido, cercano, preparado, culto, buen orador y mejor persona. Ya sé que ahora viene cuando piensas que soy un pelota… pero qué quieres que te diga. Es que a mí el tipo me cae muy bien. A él, a su consuelo y ayuda, acudí en los dos momentos más tristes de mi vida (también en un par muy felices). Y de él recibí (no sólo yo) consuelo y ayuda. Y, además, mucho cariño, tacto, afecto. Con todo, si ahora vas y me preguntas cómo tiene que ser un consiliario en una cofradía de Semana Santa del siglo XXI, seguramente no sabré contestar. Así que mejor te hablaré de don Antero, de don Luis Antonio y de don Sergio. Tres hermanos de la Piedad. Mis consiliarios Y así sé que acierto.

Pd: Hace ocho años, otro 12 de abril, don Antero se marchó. Se nos fue despacito, poquito a poco, como siempre fue él: elegante y sobrio, discreto. Don Antero es, lo será eternamente, Capellán Director de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, a la cual le entregó durante cincuenta y nueve maravillosos años lo mejor de su intelecto privilegiado y de su fe inquebrantable. Todos nosotros, sus cofrades, tuvimos la inmensa fortuna y el honor impagable de recibir la bondad de su magisterio, de seguir su guía espiritual, de ser sus hijos predilectos. Pero, sobre todo, don Antero fue durante toda su vida un entusiasta declarado y rendido de la Piedad. De su mensaje, de su idea, de su significado, de su amor. Así nos lo transmitió siempre que hubo ocasión: en eucaristías, charlas, capítulos, jornadas de reflexión, ejercicios de la Piedad o desde los ‘pórticos’ de tantos folletos. Y ante todo en San Cayetano al filo de la medianoche del sagrado Jueves Santo. En esos momentos de recogimiento y emoción, tras las puertas cerradas del templo, en medio de un silencio nervioso, de pronto se alzaba su voz: dulce, atildada, serena, plena de calidez, llena de firmeza. En esos instantes mágicos, don Antero fue siempre el mensaje preciso, la palabra preciosa. Y al marcharse se llevó con él hasta apagarla, la voz más dulce y sabia con la que nunca nos haya hablado nuestra Madre de la Piedad. Su voz.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro