Se apaga la dulce voz de la Piedad

Ha fallecido don Antero Hombría Tortajada, el Capellán Director que ha sido durante cincuenta y nueve años guía espiritual de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro

Don Antero se ha marchado. Se nos ha ido despacito, poquito a poco, como siempre ha sido él: elegante y sobrio, discreto. Antes de marcharse, don Antero quiso abrazar fuerte a los cofrades de la última hornada y se empeñó -¡menudo era él!- en concelebrar el Domingo de Pasión ante la Madre de la Piedad su última misa de la Fiesta de la Titular. Don Antero es, lo será eternamente, el Capellán Director de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, a la cual le ha entregado durante cincuenta y nueve maravillosos años lo mejor de su intelecto privilegiado y de su fe inquebrantable. Todos nosotros, sus cofrades, sus hermanos –don Antero ingresó como hermano de la cofradía el 29 de noviembre de 1964-, hemos tenido la inmensa fortuna y el honor impagable de recibir la bondad de su magisterio, de seguir su guía espiritual, de ser sus hijos predilectos. Pero, sobre todo, don Antero ha sido durante toda su vida un entusiasta declarado y rendido de la Piedad. De su mensaje, de su idea, de su significado, de su amor. Así nos lo ha transmitido siempre que hubo ocasión: en eucaristías, charlas, capítulos, jornadas de reflexión, ejercicios de la Piedad o desde los ‘pórticos’ de tantos folletos. Y ante todo en San Cayetano al filo de la medianoche del sagrado Jueves Santo. En esos momentos de recogimiento y emoción, tras las puertas cerradas del templo, en medio de un silencio nervioso, de pronto su voz: dulce, atildada, serena, plena de calidez, llena de firmeza. En esos instantes mágicos, don Antero fue siempre el mensaje preciso, la palabra preciosa. La voz de la Piedad.

Don Antero Hombría Tortajada llegó a la cofradía de la Piedad el 28 de marzo de 1956, siendo Hermano Mayor don Luis Blasco del Cacho. Fue el Arzobispo de Zaragoza don Casimiro Morcillo González, quien se dignó nombrarle Capellán Vicedirector, un cargo que serviría como apoyo y colaborador necesario de don Leandro Aína Naval, fundador y primer Capellán Director. En el año 1969 don Leandro se aparta de la primera línea donde había permanecido firme desde los albores de la cofradía y le cede el testigo a don Antero en un precioso artículo con el que se abría el folleto de ese año titulado ‘La antorcha’. Efectivamente, y como no podía ser de otra manera, don Antero Hombría asumió el relevo –así lo escribió en el Pórtico del folleto de 1971 titulado ‘Al recoger al antorcha’- y arrancó de inmediato un trabajo continuado que dejó en la cofradía la impronta de su personalidad acusada, su saber, su inteligencia y su cariño. Un esfuerzo en el que todavía continuaba sin desfallecer apenas, cuando la Madre de la Piedad le reclamó a su lado en una mañana de abril, en un domingo de primavera.

La llegada de don Antero Hombría a la cofradía de la Piedad fue todo un acontecimiento, acogido magníficamente en el seno de la hermandad. Aquel joven de veintisiete años se revelaba ya como una de las mentes más preclaras y preparadas de la Iglesia en ese momento. Y no sólo en el ámbito regional o nacional. De hecho, a esa edad temprana, el currículo del Capellán Vicedirector de la Piedad resultaba ya sobrecogedor. Cursó los estudios de Filosofía y Humanidades en los seminarios de Alcorisa y Zaragoza, respectivamente. En la Universidad Pontificia de Salamanca obtuvo los grados de bachiller y licenciado, con la máxima nota otorgada por aquella universidad en cinco años. Ordenado sacerdote en 1953, estudió Derecho Canónico en el Pontificio Ateneo Lateranense, obteniendo la licenciatura ‘in utroque’, que no se había concedido desde nueve años antes. Siguió cursos intensivos de Derecho en el Institutum Canónicum de Munich y en el Instituto Católico de París, realizando prácticas en las Sagradas Congregaciones del Concilio y de Religiosas, y estudios en el Colegio de Abogados de La Rota. Con 28 años, en 1957, aprobó las oposiciones para la dignidad de Canónigo Doctoral de Zaragoza… 

Si a todo esto le añadimos su cargo de Canónigo Arcipreste del Pilar, Deán del Cabildo Metropolitano, más diferentes cargos de toda índole –especialmente queridos para él fueron los muchos años en lo que ejerció de profesor de religión en el colegio de Santa Ana-, más la publicación de estudios sesudos e imprescindibles sobre Teología, sus cátedras en el Seminario Mayor, que también dirigió durante algún tiempo, o sus continuas apariciones en los medios de comunicación, sobre todo en Radio Zaragoza donde fue director de sus emisiones religiosas, podemos tomar conciencia del auténtico perfil y verdadera valía de don Antero Hombría: del hombre, del sacerdote, del religioso, del consiliario, del cofrade. Pero si hoy estamos tristes sus hijos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, sobre todo, es por una razón mucho más humana. Es porque apenas se ha ido y ya echamos de menos a la persona: su aliento, su bondad, su consejo, su rostro, su sonrisa. Y, sobre todo, su palabra. Siempre precisa, siempre preciosa. Y su voz amiga dirigiéndonos, mostrándonos el camino de la verdad, del amor, de la cofradía. Don Antero se ha marchado. Se nos ha ido despacito, poquito a poco, como era él: elegante, sobrio y discreto. Y al marcharse se ha llevado con él hasta apagarla, la voz más dulce y sabia con la que nunca nos haya hablado nuestra Madre de la Piedad. Su voz.

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro