Segunda semana de Adviento

Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,4-6.8-11):

Hermanos:

Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.

Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.

Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.

Las cartas de Pablo, como catequesis que son, tratan de alumbrar el camino de la fe a los miembros de la Comunidad de los creyentes que, poco a poco van convirtiéndose al Evangelio.

En el primer pasaje; la oración, pilar fundamental de la vida de los seguidores de Cristo. La oración como refugio, como expresión de deseo de lo por venir y de agradecimiento por lo recibido, así lo hace El Apóstol y así conviene que, diariamente, lo hagamos nosotros, no mecánicamente, sino abriendo nuestro corazón al amor de Dios, con calma, con confianza en su poder.

     Que Dios nos conceda el don de la constancia en la oración y la confianza en su poder salvífico.

     “Hace falta aprender a orar, casi aprendiendo siempre de nuevo este arte”

Benedicto XVI.

Carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

En el segundo pasaje, el acento se pone en los dones recibidos del Espíritu que constituyen la auténtica herencia que El Padre deja a los hombres  por medio de su Hijo. Parece una frase hecha, pero agradecer los dones recibidos por la Gracia, implica ser conscientes de cada uno de ellos y no sólo agradecerlos, sino hacernos responsables de que producen el fruto deseado. Agradecer lo recibido es el comienzo para conseguir devolverlo con creces.

     Que nuestra Madre de la Piedad nos transmita su capacidad para la gratitud y la generosidad sin límites.

     “La sabiduría ha de ser un conocimiento impregnado de Caridad”

San Juan Pablo II.

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro