Viernes, 21 de abril de 2023

El HM

Querido diario:

No me gustaría que se terminase este abril, el mes semanasantero por antonomasia, sin hablarte y contarte algo de la lista de honor que recoge los nombres de quienes han dirigido los destinos de la cofradía de la Piedad durante sus ya más de ochenta y seis años de larga y fructífera existencia. Ya sé, ya sé que en estas últimas semanas me he referido a algunos de los hermanos mayores en las páginas de este diario al vincularlos con las muchas vicisitudes por las que ha transitado nuestra cofradía a lo largo y ancho de su azarosa vida. Pero querría, si te parece bien, contarte hoy uno a uno quiénes eran, cuándo asumieron el cargo y tal vez destacar sucintamente algunas de las circunstancias destacadas de sus mandatos. Al fin y a la postre también te he hablado de los consiliarios y del público y hasta del cambio climático… Como ya veo que pones cara de póquer, te prometo que voy a tratar de que la cosa sea suave y pondré mi mayor empeño para que al final de este paseo por la historia se te quede una sensación agradable. Y si aún tienes dudas, piensa que al final, como siempre dice un viejo amigo piadoso, sólo se puede querer de verdad lo que se conoce bien. Y resulta muy difícil, por no decir imposible, conocer bien esta cofradía -especialmente esta cofradía- si no se tiene una idea clara de las personas que sucesivamente han ido asumiendo su máxima responsabilidad desde el año 1937 hasta el 2023. Simplemente porque la Piedad ha sido y es la consecuencia de las decisiones, proyectos, trabajo, desvelos y de la fe en esta obra de todas aquellas personas que se han ido relevando en su mando a lo largo de las décadas.  Así que vamos allá, querido diario. ¡Y deja de poner esa cara!

  • Para empezar te cuento que han pasado por la planta noble de la Piedad veintiún cofrades, convertidos por la decisión y la ratificación del capítulo general en hermanos mayores. 
  • Veintiuno, desde don Fernando Beltrán Ciércoles -primer fundador y creador de toda esta magna obra- hasta don Pedro Cía Blasco, el último en dirigir los destinos de la nave piadosa y que deberá señalar un sucesor para presentarlo al capítulo del próximo mes de noviembre,  fecha en que caduca su documento de Hermano Mayor de la Piedad.
  • Te contaré, por cierto, que ha habido tres hermanos mayores con el mismo apellido. Que dos eran hermanos -don Antonio y don Luis Blasco del Cacho, segundo y cuarto de la lista de mandatarios-  y que el tercero es el último de la misma lista: don Pedro Cía Blasco, sobrino-nieto de ambos. ¿Cómo te quedas?
  • Te contaré que entre medio de estos dos hermanos, el tercer Mayor se llamaba don Manuel Balet Salesa, quien tuvo la particularidad, y así se consideraba a sí mismo, de ser un tardano en lo de dar el paso para entrar en la cofradía. De hecho, los primeros años acompañaba a la comitiva por la acera junto a otros jóvenes realizando tareas de protección del cortejo. Por si las moscas…
  • Te contaré que don Juan Cardona Cequiel alcanzó el mayorazgo tras el segundo Blasco del Cacho (o sea que fue el quinto HM). Y tienes que saber que jamás la Piedad tuvo un hijo más entregado, abnegado, cercano y bondadoso. Fue un hombre que vivió por y para la cofradía. Y con el objetivo de dejar muestra aquí de su personalidad, te diré un sólo dato: después de ser Hermano Mayor actuó ya siempre como sacristán en todas las misas de once -lo que hoy serían las misas de familia- con un sentido de servicio y de humildad bien entendida, que jamás le abandonó. O sea que fue sacristán después de fraile, si se admite el juego de palabras.
  • Te contaré que la década de los sesenta se abrió con don Juan Manuel De la Aldea Ruifernández. Que por aquella época la cosa comenzaba a perder el vigor que llegaba desde la fundación, que desde la Junta se intentaba mantener firme el espíritu y que no resultaba sencillo luchar contra la cultura del ocio y las vacaciones que ya se intuía: comenzaban los felices sesenta y la sociedad buscaba esparcimiento en los días santos. ¿La reacción de este Hermano Mayor? La aparición y consolidación de la sección de instrumentos como banderín de enganche para la juventud.
  • Te contaré también que sólo un Hermano Mayor tuvo que abandonar prematuramente el cargo por graves motivos de salud. Se trató de don José María Franco de Espés, al que tomó el relevo inmediatamente don Emilio Parra Gasque, quien en el año 1968 pasó de ser Hermano Cetro a tomar la vara de mando en apenas unos meses.
  • Ya en los setenta, te contaré que nos encontramos con un momento histórico en la Piedad: el del relevo. Pasan a la primera línea los hijos de los cofrades de la primera hora. El máximo exponente resulta ser don Carmelo Zaldívar Iglesias. Hijo de un fundador, antiguo Hermano Secretario, conductor del Santísimo Cristo, guion cuando hizo falta y ahora timón de la cofradía. Joven, enérgico, decidido, impulsivo, idealista, piadoso desde la cuna hasta su último suspiro, se rodeó de un grupo de amigos legendarios como él, con los que inspiró el segundo impulso histórico de la Piedad. Lamentablemente falleció a los pocos meses de cumplir su mandato. Nunca formó parte de la Junta Consultiva y la Piedad lo lloró como se lloran a los hijos más queridos.
  • Aquí tengo que contarte que, roto de dolor por la pérdida de su amigo, en cuya Junta ocupó el cargo de Secretario de Caridad, a continuación cogió la antorcha don José Castillón Lacorte. Años difíciles, de desafección, de algunas deserciones deshonrosas y también de llegadas luminosas. La Piedad pasaba tiempos complicados en la tesorería y esa Junta de Gobierno tuvo que poner todo su empeño, su saber y su piedad para seguir manteniendo alto el estandarte. Eran momentos muy difíciles, pero la Piedad levantó la cabeza, estuvo en la calle y siguió su camino. Sin rendirse nunca.
  • Te contaré que la siguiente década comenzó titubeante pero fue cogiendo vuelo, ganando altura hasta terminar por las nubes. Tres hermanos mayores ocuparon el puesto en la década prodigiosa, en los años de la movida. Don Antonio Saz Julián -con cuyo impulso y sapiencia la cofradía fue recuperando el aliento-, don Alfonso Villanueva Alapont -que ha pasado a la historia junto a su Junta de Gobierno como un gran gestor en la conmemoración del cincuentenario de la fundación de la cofradía- y don Roberto Gracia García -un hombre que dedicó su larga vida al servicio de la Piedad tanto, que la Piedad lo nombraría Hermano Mayor Honorario-. Lo que pasó en los ochenta se resume en una frase: comenzó para la Piedad con las arcas vacías y concluyó con una procesión más, la del Martes Santo. Y en la mitad, se cumplió medio siglo de cofradía. Claramente de menos a más.
  • Te cuento que podría parecer complicado mantener un nivel que estaba francamente alto al arrancar la última década del siglo veinte. Y sin embargo bajo la batuta de don Santiago Gonzalo Andrés, la Piedad brilló con luz propia. Se organizaron unas jornadas de reflexión de las que la cofradía resurgió renovada y plena de energía. Fue el tercer impulso de la Piedad, ya a punto de saltar de siglo. Don Santiago, otro gigante nacido y criado en la casa y que se hizo hombre a la vez y al mismo tiempo que también crecía y se hacía grande su cofradía, supo elegir una Junta de Gobierno ágil, trabajadora, dispuesta, preparada y joven. Y también supo escuchar las nuevas voces que traían los nuevos vientos. Y, con todo, volvió a llenar de contenido, de vida y de sentido la Piedad de hoy (de entonces), que fue la Piedad de siempre. Ése fue su lema, su secreto y su ambición.
  • Te cuento que con don Salvador Gil Loscos, fiel continuador de la estela de su antecesor, la Piedad reforzó y alcanzó un gran nivel en lo referido a la Secretaría de Caridad. Lo que siempre fue una de sus prioridades en su vida de cofrade y que durante su mandato brilló a gran nivel. Se abrió, por cierto, el consultorio de la Piedad en el Refugio, una institución muy ligada y cercana en aquel momento a la nuestra. Si la misión era que la cofradía finalizase con esplendor la centuria, al mirar con la perspectiva del tiempo el cofrade de la Piedad puede sentirse satisfecho. Para lograrlo, en esta legislatura se propusieron realizar un análisis completo de la situación real en la que se encontraba la cofradía en todos los aspectos. Se quería poner orden… y se puso. ¡Ah! Y aquellos días le donamos un precioso manto con el escudo de la cofradía bordado a la Virgen del Pilar
  • Te contaré que ya en la nueva época de los avances tecnológicos y de algunas otras cosas, la Piedad se empeñó en estar al día y en no perder el paso. A ello se entregaron los hermanos mayores del recién nacido siglo. Y no era, ni lo es hoy en día, tarea fácil. A don Francisco José Bernad Alfaro, hijo, padre y abuelo de cofrades, hombro del Cristo y Hermano Cabecero -por cierto, como lo fue su padre antes y como después lo sería su hijo-, le cupo el honor de pasar a la historia como el primer Hermano Mayor del siglo veintiuno. También se le recordará, y no es cualquier cosa, por haber sido el responsable de la compra del primer inmueble que ha tenido la Piedad en propiedad: el piso de la calle Cesaraugusto número 100, donde la cofradía tiene su sede y su casa y su domicilio. Y entre otros muchos y variados asuntos, quizá lo más relevante de su etapa se centrase en las labores de revisión y renovación de los Estatutos. Una tarea siempre tan compleja como imprescindible.
  • Te contaré que a continuación recogió el bastón de mando don Enrique González Paúles, que puso algo así como un sello personal a su periplo al frente de la Piedad: orden, control, orgullo, elegancia. Por resumir: estuvo atento a las formas y al fondo. En esta legislatura se instituyó la costumbre de entregar una insignia de oro a los cofrades que cumplen cincuenta años de fidelidad a la Madre de la Piedad. Y recordando, también fue entonces cuando se consolidó hasta hacerse nuestro el Vía Crucis del Cabildo que se celebra en la basílica del Pilar cada Viernes de Dolores.
  • Te cuento que el setenta y cinco aniversario de la fundación se conmemoró por todo lo alto durante el mandato de don Andrés Vitoria Ágreda. Y que, entre otras cosas, se celebró una procesión para conducir a la Virgen desde San Cayetano hasta el altar Mayor del Pilar, donde tuvo lugar una impresionante misa. Don Andrés, cofrade también desde niño, instituyó y puso en marcha la Fundación la Piedad y una casa de acogida para mujeres. 
  • Te contaré que don Constantino Ríos Mitchell fue un Hermano Mayor con una gran presencia mediática. Recordamos con agrado que en aquellos años la Piedad recogió varios premios importantes por su prestigiosa y larga labor de ayuda a los más necesitados de la sociedad. Además, se celebraron los cincuenta años desde la formación de la sección de instrumentos y se realizó una minuciosa restauración de la imagen de la Virgen.
  • Te cuento también que en la Piedad el Hermano Secretario de una Junta de Gobierno siempre es uno de los candidatos no oficiales para ocupar la sucesión al trono, si se me permite la expresión. Esto se ha repetido una y otra vez en la historia de la Piedad, y así volvió a suceder en esta ocasión. Así que don José Manuel Etayo Borrajo, último Secretario, pasó a ser el siguiente Hermano Mayor. Una etapa en la que adquirió una especial importancia el nuevo camino que se tomaba en la obra social con el proyecto Causa de nuestra alegría. Además, durante su legislatura se puso especial énfasis en promover y consolidar iniciativas relativas a los aspectos más espirituales de la vida cofradiera. Y ahí mantenemos en nuestro calendario piadoso las realidades de la misa de familia, las jornadas de reflexión anuales, los lunes de oración y, especialmente, la formación de los grupos de confirmación entre nuestros cofrades más jóvenes.
  • Y llegamos a la meta. Don Pedro Cía Blasco completa el círculo convertido en el último eslabón de esta larga cadena. Aunque no será sencillo olvidar la legislatura en la que el covid terrible detuvo el mundo a unos escasos días para Semana Santa. La reacción de la Piedad, de su HM y su Junta, la implicación de muchos hermanos más el talento y el trabajo de todos puestos al servicio de la Madre, convirtió una etapa negra en unos días inolvidables para esta santa casa. La Piedad brilló en los dos años de pandemia en la que no hubo Semana Santa pero sentimos nuestra cofradía tan cerca como nunca. Aunque sería injusto, con todo, recordar esta etapa únicamente por la pandemia. Superada, la Piedad no se detuvo y la cofradía asumió las organizaciones del primer congreso de encuentro regional tras la pandemia y del pregón que devolvía la Semana Santa a las calles de Zaragoza. Pero también la nueva corona regalada a la Virgen, y bendecida por el obispo, para celebrar su ciento cincuenta aniversario o la recuperación del indulto de un preso.

En realidad la Piedad no se detiene jamás desde que en el año 1937 un hombre llamado Fernando Beltrán hizo realidad un sueño soñado. Una obra que ochenta y seis años más tarde continúa viva porque cada cuatro años un hombre bueno de la Piedad ha aceptado con gran responsabilidad e inmenso amor coger el relevo, recoger la antorcha para que el fuego que prendió don Fernando nunca se apague. Esa llama sigue ardiendo casi noventa años después y por eso hoy yo desde aquí les rindo a todos los hermanos mayores este humilde homenaje de respeto y de cariño. Y aunque sé que son humanos y cometen fallos… Gracias a los veintiún HM.

“Creo que nuestro éxito se cimentó en no apegarnos a los cargos. En encender la antorcha olímpica al compañero antes de quedar vencidos por el agotamiento. En llevar a la práctica los relevos frecuentes que hagan pasar por los puesto rectores al mayor número posible de hermanos”. Antonio Blasco del Cacho, HM 1944-1948.

Pd: Permíteme, querido diario, que le dedique este texto humilde con todo el afecto al Hermano Mayor Pedro Cía Blasco, que justo en este día del Señor celebra su cumpleaños. Felicidades, don Pedro.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro