Miércoles, 19 de abril de 2023

El Público

Querido diario:

Quiero hablarte hoy de un aspecto que tiene una enorme importancia en la Semana Santa y que, sin embargo, nunca hemos tocado hasta ahora. Se trata del público que asiste a las procesiones. Fieles a la Semana Santa a carta cabal o amantes de las tradiciones de la tierra o turistas entre el despiste y el asombro o devotos irredentos de la Madre de la Piedad  o paseantes coincidentes más o menos respetuosos o nuestros amigos, seres queridos, allegados o familiares. De esta heterogénea amalgama humana apretujada en plazas y avenidas a nuestro paso, surge uno de los componentes fundamentales que completan la puesta en escena de una procesión: el público. Y como la primera misión que pretende un desfile procesional es hacer manifestación pública de fe, convendremos tú y yo que sin esa multitud en las aceras resultaría algo incoherente nuestra manifestación, porque le faltaría el elemento fundamental. ¿A quién le vamos a hablar si no hay nadie escuchándonos? Pues eso. En fin, lo que quiero decir es que las procesiones las hacemos nosotros pero en realidad son un mensaje que adquiere todo su sentido cuando la recibe y la capta y la comprende el pueblo.

Todo esto viene a cuento, querido diario, para contarte que desde los primeros tiempos la Piedad siempre se ha considerado una cofradía seria y muy recta. Tanto de puertas para adentro, como en sus apariciones más públicas. El orden, la seriedad, la uniformidad, el silencio, el respeto, fueron constantes señas de identidad. También hoy. Por eso a mí me ha provocado siempre cierto apuro mirar hacia afuera, buscar complicidades en las aceras y aún más saludar, claro. Con algún fallo que otro a lo largo de los años, puedo decir que mantengo en procesión una compostura de la que estarían complacidos nuestros mayores. Bueno, si exceptuamos un instante en el que durante años y años bajaba la guardia y relajaba las formas al pasar justo por un punto concreto del recorrido. Siempre el mismo, a mitad de la calle de Alfonso. Ya antes de llegar, fuese donde fuese colocado, la buscaba entre el gentío y cuando la localizaba, no dejaba de mirarla. He de reconocerte aquí, querido diario, que al llegar a su altura me volvía para recoger su mirada y la frase que siempre me decía sin voz y que sólo yo leía en sus labios: “Te quiero, vida mía”. Desde hace dos años, dos noches de Jueves a Viernes Santo, ese encuentro ya no es posible. Pero yo no me resisto, ni lo puedo evitar, a perder o dejar pasar el gran momento de mi procesión. Ese en el que cada madrugada santa el tiempo se detiene para mí a mitad de la calle de Alfonso, unos metros antes de alcanzar la plaza de Sas, cuando miro a la acera de la derecha y encuentro siempre los ojos eternos de mi madre mirándome mirarla. Yo sé que ahora es la Piedad quien con la voz de mi madre me dice bajito que me quiere. Y sé que esto no me pasa sólo a mí. ¿A que no?

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro