Sábado, 15 de abril de 2023

La Primera

Querido diario:

El 15 de abril de 1938 se produjo un extraño revuelo en los alrededores de la  iglesia de San Cayetano. Al sonar la primera de las doce campanadas que traían con ellas el nuevo día, se habían abierto de par en par las puertas del templo y los espectadores -muchos, aunque aún no multitud- vieron aparecer al primero de los treinta y nueve componentes de aquella extraña, por novedosa, cofradía fundada el año anterior y que venía a conmocionar y a renovar la antiquísima Semana Santa de la muy antigua Zaragoza. Todo era nuevo y atractivo en sus formas, ya lo habían anunciado los rotativos de la época al dar la noticia: el hábito lanudo, el elegante escudo -todavía sin la cruz potenzada-, el alto capirote, aquella cruz que abría el cortejo -todavía no existe el guion-, los cofrades que desfilan en un silencio riguroso y la procesión de la noche. Además, y lo más trascendente, aquella madrugada del 15 de abril de 1938 -noche de jueves a viernes- los zaragozanos contemplaron por vez primera caminar a la Virgen de la Piedad por sus calles. Desde San Cayetano hasta San Nicolás. Fue, por cierto, la primera vez que la impresionante imagen salía en una procesión que no fuera en el Santo Entierro de cada Viernes Santo. Toda aquella puesta en escena conquistó inmediatamente a los habitantes de una ciudad que vivía con miedo y prevención aquella inédita manifestación pública de fe. Conviene no olvidar que todo aquello se escenificó en mitad de un país que ardía por los cuatro costados en su segundo año de guerra fratricida. Ni tampoco que ese Jueves Santo cayó en 14 de abril. Si juntamos todo, no resulta difícil comprender que lo sucedido aquella madrugada quedase firmemente grabado en el subconsciente colectivo de la ciudad por años, por décadas. Hasta hoy. Era el 15 de abril de 1938 y la Piedad estaba en la calle. Comenzaba la leyenda.

Esto que te he contado con misterio y una prosopopeya algo impostada por mi parte, es ciertamente lo que sucedió en una Semana Santa de hace justo hoy ochenta y cinco años. Tiempo más que suficiente para que todo haya evolucionado, cambiado y hasta mejorado. Así ha sido. Aunque en lo fundamental, en lo sustancial, los cofrades de la Piedad de hoy nos parecemos bastante a los cofrades de la Piedad de entonces. Al menos en las formas y, ante todo, en la esencia del mensaje. O al menos eso quiero pensar yo, querido diario. Aunque a mí, conocida ya cómo fue, lo que siempre me ha fascinado ha sido pensar en quienes lo hicieron posible. Y cómo lo hicieron. Por eso, antes de irme, te cuento en breves ráfagas el cómo y el quién. Más algunas sabrosas anécdotas de aquellos días extraordinarios.

  • Para empezar te diré que los treinta y nueve hábitos fueron bendecidos por don Leandro Aína -primer capellán- y que se hicieron los juramentos de hermanos en la sala capitular de San Cayetano justo antes de arrancar la procesión.
  • Que, como eran un número aún manejable, el Hermano Secretario don Pedro Herrando -fundador y primer secretario- se subió al púlpito, pasó lista y mandó ponerse en fila por primera vez a los pares a la derecha y a los impares a la izquierda.
  • Que don Luis Sanz, primer Hermano Cabecero, se entregó en cuerpo y alma en poner guapa a la Virgen para su primer paseo nocturno. Y que en su empeño se presentó en la iglesia con un aspirador eléctrico -¡ojo!- para adecentar el paso. Lo consiguió, aunque se llevara puesto ya para siempre el sobrenombre de hermano electrolux. El humor marca de la casa… ya se sabe.
  • Que la primera procesión tuvo el acompañamiento musical de la banda de trompetas de una bandera de la Legión que estaba destacada en Zaragoza. 
  • Que el primer vía crucis se llevó a cabo el Viernes por la tarde en el interior de la iglesia de San Nicolás, al año siguiente ya se recorrieron las calles del Boterón.
  • Que aquellos primeros cofrades se percataron de que la cruz de la Virgen no cabía, casi rozaba, las paredes de las edificaciones de la calle del Sepulcro. Así que unos días antes se fueron con un carro y unos palos cruzados para hacer probatinas. Y aquí una conclusión: los primeros conductores de la Virgen ya ensayaban…
  • Que también se dieron cuenta de que para entrar y salir de los templos era necesario y obligatorio bajar la cruz del paso, para evitar disgustos en el dintel de las puertas. La obligada costumbre ha llegado hasta nuestros días convertida en un honor: subir y bajar la cruz. ¡Qué bonita es la Piedad!

Pd: Todo lo que te he contado hoy, lo fundamental, habría sido imposible sin acudir al relato exquisito de don Pedro Herrando Herrero, que yo conservo como una joya preciosa. Un hombre imprescindible en aquella primera hora, que es memoria histórica fundamental en esta casa. Una virtud, por cierto, que en los Herrando pasa de padres a hijos con sorprendente y feliz naturalidad. Y eso es la Piedad en realidad, la maravillosa historia de sus magníficos cofrades.

Hasta pronto, querido diario

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro