Viernes, 3 de marzo de 2023

El Vía Crucis

Querido diario:

Hoy te cuento que es viernes, que entramos en un fin de semana largo por la Cincomarzada, y te cuento, sobre todo, que en la Piedad celebramos el vía crucis. No sé si sabrás que el vía crucis hace unos años, y durante mucho tiempo, se escenificaba en el claustro del monasterio de la Resurrección de las Canonesas del Santo Sepulcro, pegadito a San Nicolás. Para explicarlo de forma resumida: si alguna vez ha venido bien la expresión esa tan manida de se celebró en un marco incomparable, para nuestro vía crucis viene como anillo al dedo, porque es complicado encontrar mejor ni más exacta definición. El claustro del monasterio lo tenía todo: la luz del atardecer, el ambiente propicio, la belleza arquitectónica, la serenidad de la piedra mudéjar, el aroma de su cuidado jardín, el silencio secular… Todo ello, a la vez, contribuía a preparar y disponer mente y espíritu para recorrer la vía dolorosa con la mejor disposición. En aquellos años la belleza del claustro era admirada por muchísimos hermanos que acudían con familias y amigos a unas de las llamadas obligadas del calendario piadoso. Era un vía crucis populoso, popular, esperado y participado. ¡Era magnífico! Pero un día, y en aras de la seguridad o de lo que fuese, se nos recomendó que sería mejor buscar alternativas. Y así se cerró una maravillosa etapa.

La cofradía consideró que, con la puerta del claustro cerrada, lo más prudente y natural sería volver la vista hacia San Cayetano, ese espacio singular y especial donde todo comienza y termina para un cofrade de la Piedad. Y se decidió que este entrañable e histórico vía crucis de Cuaresma recorriese las naves de San Cayetano, divididas para la ocasión en catorce estaciones, hasta finalizar a los pies de la Madre de la Piedad. Y bien visto, la verdad es que no se me antoja un mal plan. Cierto es que a veces la memoria te hace la trampa de recordar y comparar. Y a lo mejor, o a lo peor, en ese instante te surge la duda (con lo bonito que era todo esto en aquel claustro…), pero entonces lo mejor que se puede hacer es levantar la vista y mirar alrededor. Lo que se ve termina con la nostalgia: rodeados de hermanos y de personas queridas, los cofrades de la Piedad se juntan en lo que es prácticamente la antesala de la Semana Santa, la penúltima preparación para lo que ha de venir en menos de cuarenta días. Esto de hoy parece un vía crucis, pero en realidad es mucho más. Como todo lo que hace la Piedad, siempre tiene un punto de excelencia y de elegancia que hace que merezca la pena vivirlo.

Además estamos en San Cayetano, entre sus viejos y queridos muros, pisando los mismos suelos, andando los mismos pasos, que tantas generaciones de hermanos de esta cofradía han pisado y andado aquí mismo durante tantos años. Y puede que la belleza serena a la que aludía unas líneas más arriba, aquí, en esta noche de principios de marzo, la encontremos donde siempre ha estado esperándonos: en la mirada angustiada de esa Virgen dolorosa que lleva consolando a miles de zaragozanos en su altar desde el año 1871. Precisamente donde los cofrades de la Piedad rezamos hoy la última estación de nuestro entrañable vía crucis. No sé, igual me ciega la pasión…pero siempre me acuerdo de una frase que una vez me dijo en voz baja, casi en un susurro, un viejo cofrade: “La Piedad tiene magia, está llena de detalles a cada momento. Por eso conviene estar muy atento, porque si te despistas igual te lo pierdes”. Y es verdad.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro