Viernes Santo en San Nicolás

En la tarde del Viernes Santo, San Nicolás nos ofreció un cálido refugio donde rezar, meditar, asistir al Ejercicio de la Piedad y prepararnos para participar en la procesión del Santo Entierro

Tres de la tarde. La iglesia de San Nicolás es un hervidero de gente. Trescientos cofrades, los mismos que en la madrugada anterior desfilaron por las callejas del Boterón, se entremezclan con un millar de personas de toda edad y condición que no quieren perder la bella escena de la entrega de socorros a las madres desvalidas.
                                                                                        Antonio Blasco del Cacho (1950)


Ya no hay madres desvalidas. Pero continúa el espíritu de aquellos días, con otras formas, con idéntico fondo. El Ejercicio de la Piedad celebrado en las primeras horas de la tarde del Viernes Santo en la vieja y querida iglesia, dirigido por el Hermano Mayor, continúa siendo un aldabonazo de alerta para nuestras conciencias de cofrades de la Piedad. Estamos todos aquí, juntos, a los pies de la Madre de la Piedad, en esta tarde santa, antes de iniciar la procesión del Santo Entierro, por algo, para algo. Así nos lo recordó en su alocución el Hermano Mayor en un acto sencillo pero elocuente y lleno de verdad. La Piedad está en San Nicolás desde la madrugada anterior, su rostro parece cansado pero feliz, induce a la calma, al sosiego, al amor. La media penumbra que produce en la iglesia esa tenue luz de principios de abril, invita también al recogimiento, a la meditación. La mañana ha sido activa en la iglesuca: el ir y venir de fieles, los continuos turnos de vela de nuestros cofrades ante las queridas imágenes, el paso discreto y fugaz de alguna monjita. Todo es cálido, reposado, distinto. Es la calma después de la explosión de luz, sonido y pasión que se produjo en el querido barrio del Boterón hace apenas unas horas, cuando la cofradía regresó en su visita anual. Ahora, ya en la tarde del Viernes, sus cofrades pasamos a adorar uno a uno al Cristo y nos preparamos, como nos indica nuestro Hermano Mayor, para acudir al Santo Entierro a hacer pública manifestación de nuestra fe. Como es nuestra obligación y marca nuestra tradición. Y así, la Piedad, un año más, se va de San Nicolás, nuestro San Nicolás del alma. Y es entonces, cuando dejamos atrás el viejo y querido barrio, cuando una angustia ya conocida nos oprime muy adentro. Es la incertidumbre de la vida que nos queda por delante hasta que llegue el siguiente Jueves Santo y podamos volver a mirarla a la cara para decirle, emocionados, buenas noches, Madre. Gracias, Madre. Y hasta entonces, cuando se vuelvan a abrir las puertas centenarias de San Cayetano, a las cero horas del próximo Viernes Santo: Nuestra Señora de la Piedad, ruega por nosotros.

¡Qué mozo está el barrio viejo
cuando la Piedad desfila!
El Boterón viste galas
que no las lució en su vida,
y cuando el paso se acerca,
hasta la gitanería
levanta los churumbelespara que se los bendiga.

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro