Miércoles, 14 de junio de 2023

La Consultiva

Querido diario:

Hoy me gustaría contarte alguna cosilla de uno de los estamentos más importantes dentro de la estructura de la cofradía, que existe casi desde la primera hora de la Piedad y que, sin embargo, resulta para muchos una perfecta incógnita tanto en sus funciones como en sus desempeños e, incluso, en las personas que la componen. Quiénes y por qué. Me refiero a la Junta Consultiva, que podría figurarse en el psique colectivo como un grupo de sabios ancianos o de antiguos hermanos mayores o que para algunos podría antojarse como una especie de casta superior vigilante de la esencia primigenia y los valores más puros de nuestra hermandad. Bueno, en realidad un poco de cada uno de todos esos atributos descritos -y algunos más de cierta trascendencia- caben entre las tareas, derechos y obligaciones asignadas estatutariamente a los hermanos consultores. Pero yo, que a estas alturas sabes ya que soy romántico irredento en estas cosas de la Piedad, prefiero acudir al lado humano y traerte aquí más a las personas que al cargo. Y recordarte que todo lo mucho que la Junta Consultiva es y representa en esta cofradía, está recogido y redactado en los Estatutos. Que vienen a ser algo así como nuestra constitución particular. Hoy, como primer capítulo de esta magnífica historia, y para no sobrecargarte de información -ya me hago cargo de que ya viene la caló-, únicamente te hablaré de los primeros consultores. Que ya es bastante. Bueno, y un poquito de los de ahora, nada más que para aprovechar el viaje.

Para empezar por el principio, ya sabes que aquí somos de lo más educados, te cuento que nada más cesar la primera Junta de Gobierno de nuestra historia se acordó que los componentes de la misma pasasen a formar una Junta Consultiva en la que ingresarían los sucesivos hermanos mayores que pasasen por el cargo, y que se completaría con aquellos otros hermanos que hubieran realizado excepcionales servicios por la cofradía. Y en este punto resulta imprescindible dejar constancia nominal de aquellos a los que podemos considerar -al más genuino estilo americano- nuestros verdaderos padres fundadores. Encabezada la lista por don Fernando Beltrán Ciércoles -primer fundador- aparecen junto a él nombres míticos que conviene repetir una y otra vez porque ellos pusieron las bases sobre las que se cimentó toda la inmensa obra que es la Piedad. Y que son:

Don Mariano Sanvicente Bernal, que propuso una medida tan trascendente como incluir en los primeros Estatutos el compromiso de la cofradía con las madres desvalidas. Y fue más allá para conseguirlo: propuso hacer una colecta en la misa de la Titular.

Don Luis Peclós Matud, fue el primer Cetro, inventor del hábito de infante, impulsor de la solicitud a Tierra Santa de la leyenda ‘…y del Santo Sepulcro’ en el título de la cofradía, entre otras cosas, y del que pronto te contaré una preciosa historia que tiene que ver con la última vez que el propio don Luis y la Madre se vieron cara a cara en la tierra.

Don Carmelo Zaldívar Arenzana, hombre impulsivo, ocurrente y entregado a la causa de la Piedad desde el primer día hasta su final. Carismático y querido en la sociedad zaragozana de la época, fue impulsor de la Escuela Municipal de Jota y primer ideólogo de la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar. Su impresionante funeral, que se celebró en la iglesia de la Magdalena, constituyó tal muestra de duelo y cariño popular, que el público asistente colapsó las calles próximas al templo.  

Don Luis Sanz Hernández, fue el primer Hermano Cabecero y al que se le ocurrió la idea de mandar hacer una sabanilla para adornar y embellecer el paso de la Virgen. Regaló otra cuando dejó el cargo y la primera pasó a ser la que se le llevaba a los hermanos enfermos que solicitaban su consuelo. 

Don Pedro Herrando Herrero, primer Secretario y el hombre que durante toda su vida conservó en su cabeza, sin necesidad de consultar un papel, la primera memoria, la más histórica y eterna de la Piedad.

Don Clemente Morón Franco, fue el primer Tesorero. A su generosidad sin fin, a su fe y a sus arcas de indiano regresado con fortuna de la Américas, se encomendó la Piedad en sus inicios. Y estuvo a la altura.

Y antes de irme, tampoco me parece correcto hacerlo sin repasar la Junta Consultiva que hoy ejerce como tal. Es rápido y así quedamos bien porque se cierra el círculo. Ya hablaremos en otro momento de todo lo que queda en el medio, que es mucho y muy interesante. Nombres y hombres imprescindibles, importantes, magníficos. Pero ahora vamos a lo nuestro, que son los actuales consultores, más conocidos popular y afectuosamente como Los Templarios. Diez hombres con Piedad. Los actuales guardianes del recuerdo:

Don José Castillón Lacorte, que tiene el rango y el honor de ser el más antiguo Hermano Mayor de los que hoy conforman la Consultiva. Desempeñó su cargo a finales de los años setenta (1976-1979), en unos tiempos complicados en lo económico y también en lo social. No falta a las reuniones de junta a pesar de sus achaques de salud y de movilidad. Y como diría él: aunque cada vez oye menos. Fue Hermano Cetro.

Don Alfonso Villanueva Alapont, que ha pasado a nuestra mejor historia por ser el Hermano Mayor (1984-1987) durante la celebración de los fastos por el cincuentenario aniversario de la cofradía. También fue Delegado de Aspirantes y ocupó diversos cargos en diferentes momentos de su vida, siempre en primera línea. Consultor de perfil colaborador y dispuesto, compagina sus tareas de en la Piedad con su presencia en otras asociaciones importantes, como los Caballeros del Pilar, donde actúa como Secretario. Formó en la sección de instrumentos de los primeros años.

Don Salvador Gil Loscos, fue el último Hermano Mayor del siglo veinte (1996-1999). Pero más allá, su figura está íntimamente unida a la Secretaría de Caridad, en cuyas cuestiones continúa manteniendo un perfil alto como consultor. Hombre de carácter fuerte, no ha perdido un ápice de capacidad crítica con el paso de los años si se trata de la cofradía. Resulta innegociable en su ideario vital el amor por la Piedad. Fue timbalero.

Don Pedro Herrando Lacasa, nacido en la Piedad, en el seno de una familia en la que la Piedad siempre fue fundamental. Continúa siéndolo. Nunca fue Hermano Mayor, pero ejerció de Secretario como su padre -aquel primero de nuestra historia-, y antes, en su primera juventud, también de Delegado de Aspirantes. Es la memoria, representa la esencia, la más pura raíz de la Piedad. Su palabra es atronadora, su consejo escuchado y temido su reproche. Gigante de corazón irremediablemente piadoso. Un consejero imprescindible. Viejo timbalero, ya estaba en la primera salida de la sección.

Don Javier Andonegui Oteiza, fue Secretario de Caridad, un gran Secretario de Caridad. Unos valores que lo señalaron como candidato perfecto para ingresar en la Junta Consultiva. Desde entonces, en los primeros años del nuevo siglo, su implicación como consultor es máxima y la ejerce siempre desde la cordialidad, la compostura y la palabra conciliadora.

Don Enrique Octavio Sanz, el número 1 de nuestras listas, el hombre vivo que más madrugadas ha acompañado a la Madre de la Piedad. La Piedad ha sido y es su vida, en las buenas y en las malas. Siempre al lado de la Piedad. Después de haberlo sido todo en esta santa cofradía, la llamada para encuadrarse entre los consultores representó para él una inmensa ilusión. Ha sido un cofrade, un Tesorero, un número 1 y un hermano consultor memorable, entusiasta, magnífico. Acudió a cada reunión mientras la salud se lo permitió. Su silla, su puesto, su hueco en la sala de juntas se guarda hoy vacía como señal de respeto, de consideración, de amor. Histórico portador del Cristo.

Don Enrique González Paúles, ingresó como consultor tras desempeñar el cargo de Hermano Mayor (2004-2007) y su presencia en la consultiva viene a ser algo así como la prolongación de su etapa al frente de la cofradía: exigente, de miras altas, con un gran sentido de lo que representa y supone el cargo. Enamorado de la Piedad. Conoce bien la cara oculta de la cofradía, sus engranajes y sus entrañas. Y eso se nota en su labor como consultor. Antiguo tambor, incluso en el concurso.

Don Enrique Aísa Gracia, ofrece siempre el perfil de un consultor pulcro, muy interesado por las formas como única manera de llegar al fondo. Pasó por el tamiz de la Secretaría de Caridad, donde se bregó con la parte más noble pero la más dura de nuestra cofradía. Extrajo lecciones de vida que no ha olvidado y que lo condujeron a la mesa en la que se sientan los consultores de la Piedad, a cuya cita nunca falta.

Don Constantino Ríos Mitchell, nació y creció en la Piedad, desempeñó todos los cargos y labores para los que fue requerido por su cofradía a lo largo de los años. Iba directo a ser Cabecero pero la Virgen tuvo otros planes y un día se vio tomando los mandos de la cofradía de su vida al ser elegido como Hermano Mayor (2012-2015). Ese curso de vida sólo tiene una salida: pertenecer a la Junta Consultiva. En esa sala y en ese puesto ofrece consejos ajustados, serenos. Conoce bien la Piedad y ése es su compromiso. Timbal de los primeras madrugadas.

Don José Manuel Etayo Borrajo, llegó a la Piedad acompañando a sus amigos de la juventud, a sus compañeros del colegio. Primero fue Secretario y de ahí pasó a ser un Hermano Mayor (2016-2019) ocupado y preocupado por darle contenido a las tradiciones de la Piedad, que todo fuese más que un gesto anual. Es un consultor sereno y pragmático, como  si supiese que a veces los tiempos de la Piedad no siempre coinciden con la medida de tiempo de los hombres. Acompañó el caminar de la Madre a golpe de timbal.

Pd: No olvidar que a partir del mes de noviembre tendremos un nuevo consultor, llamado don Pedro Cía Blasco. Que Nuestra Señora de la Piedad ilumine a todos ellos.

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro