Miércoles, 17 de mayo de 2023

El Humor

Querido diario:

Te cuento que esta semana hemos tenido en la Piedad el segundo capítulo de los tres que se celebran a lo largo del año. Éste del que te hablo, claro, es el programado para después de la Semana Santa. Así que hubo, como te puedes imaginar, recuento y repaso de lo sucedido en esas horas y días mágicos. Ese recorrido por los recuerdos de procesiones y madrugadas, que son emociones en lo colectivo y hasta en lo privado, le toca guiarlo al Hermano Cetro, quien a estas alturas de la película está ya más agotado que el albañil de las pirámides. Normal, ya sabemos todos el extra de trabajo y dedicación que conlleva ese cargo durante la Semana Santa. Aunque lo más importante de la jornada corresponde siempre en esta asamblea primaveral a la presentación que de las cuentas de su negociado hace cada año por estas fechas el Secretario de Caridad. Es precisamente ahí, en ese momento, donde se viven los instantes más emotivos, más trascendentes, más importantes. Porque detrás de esos números, donde alguien pudiera ver cuentas de resultados, en la Piedad vemos personas, nombres, caras, rostros, madres, mujeres, niños, necesidad y ayuda. La Piedad es Caridad. Y esto, que parece un eslogan para los foráneos, esconde en realidad el auténtico carisma de nuestra cofradía. Nuestra razón de ser. Hubo más cosas, detalles y reflexiones. También una misa que abrió la mañana. Pero entre todo este barullo capitular, también hubo un instante que por su espontaneidad, merece la entrada de hoy en este diario. Pasó cuando todos los presentes en la sala capitular del Refugio nos reímos a mandíbula batiente. No diré nombres, sólo contaré el sucedido. Se encaminaba la sesión ya hacia su final, cuando un eminente miembro de la Junta Consultiva tomó la palabra circunspecto el gesto, severo el tono. De la majestuosidad de la puesta en escena esperábamos los presentes filípica sentenciosa y rigurosa, propia del estimado hermano. Pero hete aquí lo que soltó: “Espero que todo lo que se ha hablado hoy aquí haya sido del máximo interés para nuestra cofradía, porque yo, sea consecuencia del dni, de la edad  o de un tapón que tengo en el oído, el caso es que no me he enterado de nada… ¡a ver si la próxima vez gritáis más, que no os oigo!”. Fin de la cita. Un segundo de silencio y a continuación la carcajada general. Esto también es la Piedad, pensé yo, que ya hace tiempo que desarrollé la teoría de que en esta santa cofradía existe un peculiar sentido del humor a medio camino entre lo somarda al más puro estilo aragonés y el humor británico más refinado. Sea como sea, el caso es que en la Piedad también nos reímos. Y mucho.

No te quiero dar mucho la paliza, querido diario, pero en este momento, y ya metidos en harina, no me sustraigo a contarte algunos momentos especialmente hilarantes de los muchísimos que han ocurrido en esta casa a lo largo de los años. Espero que te lo tomes con humor. Con buen humor, me refiero. De hecho, algunos hermanos mayores se han referido en sus alocuciones públicas y en sus escritos al valor que la felicidad tiene en la vida de un piadoso. La primera frase al respecto la acuñó nuestro recordado y querido don Emilio Parra Gasque (del que tengo muchas cosas que contarte), que fue Hermano Mayor entre los años 1968 y 1971. A propósito del tema que nos ocupa dijo lo siguiente: “Todos podemos brindar alegría”. Qué añadir… Pues eso, como ser de la Piedad es una gran alegría, te cuento algunas de las anécdotas que han contribuido a hacernos pasar un buen rato, al que espero darle continuidad con esto…

  • Ocurrió que el hermano don Luis Sanz acudió a San Cayetano en la mañana del Jueves Santo de 1938 dispuesto a limpiar la Virgen para su primer desfile de la noche. Y para dejar carroza e imagen como los chorros del oro se presentó a los pies de la Madre con un aspirador eléctrico. La ocurrencia tuvo dos consecuencias directas para don Luis: fue nombrado Cabecero y, además, pasó a los anales de la Piedad con el apodo de hermano electrolux
  • Y ya aficionados a estos juegos de palabras y a la simpática asignación de motes, los bromistas del lugar volvieron a hacer de las suyas cuando don Juan Guallart propuso y regaló las famas que hoy en día portan nuestros infantes. Aquello gustó tanto que por mucho tiempo fue conocido aquel atributo como Las famas de don Juan. Lo que lejos de arredrar, incitó al protagonista a adquirir y regalar también los faroles que aún hoy engrandecen y enriquecen nuestros desfiles. 
  • Ocurrió un Viernes Santo que el primer Hermano Secretario se subió, como era costumbre, al púlpito de San Nicolás para leer en voz alta los listados de hermanos y, según él mismo cuenta, al ir a bajar se quedó atascado debido a la estrechez de la portezuela. Para la posteridad, don Pedro Herrando Herrero dejó escrito con humor inconfundible que para salir y entrar al púlpito debió ser ya siempre “empujado o arrastrado” por el hermano don Carmelo Zaldívar Arenzana.
  • La misma pareja que tras conducir el Cristo en una madrugada se quejó en capítulo del excesivo peso de la peana. Lo que acarreó la réplica inmediata del hermano don Federico Gerona, quien les recordó que las andas se habían hecho para ser llevadas por los hermanos más jóvenes. Una manera sutil y elegante -muy en el estilo de la Piedad- de recordarles que los años no pasaban en balde. “Fue la primera vez que a Carmelo y a mí nos llamaron viejos”, apostillaba sin rencores don Pedro al recordar el suceso.
  • Ya te he contado alguna vez que en los primeros tiempos las velas eran de cera, tal y como lo habían sido a lo largo de muchísimos años. Hasta que llegó don Luis García Molíns, que sin encomendarse a nadie, tirando de imaginación e industria, se proveyó de una pila y transformó aquella tradicional vela de cera en hacha eléctrica. Una novedad que le hizo olvidarse del cierzo que apagaba constantemente las velas y que, por su comodidad e ingenio, fue replicada al año siguiente por toda la cofradía. Y al otro, por toda la Semana Santa zaragozana.
  • Muy celebrada fue aquella vez en que un Hermano Cetro confundió en San Cayetano, con los nervios y la precipitación de los últimos momentos antes de la procesión, al responsable de la sección montada con el capellán. Y hasta lo saludó con reverencia. Nunca se supo si el error vino provocado por la capa o por un parecido físico o simplemente por la semioscuridad del interior del templo, donde a esas horas cercanas a la medianoche todos los gatos son pardos.
  • Y para concluir, aunque podría estar de risas contigo todo el día, te contaré que es una larga y antigua tradición de la Piedad incluir en los folletos anuales artículos de humor e incluso viñetas con chistes y hasta crucigramas y adivinanzas. Eso que te puede sorprender hoy, ya lo hacían nuestros mayores hace muchísimo. Aquellos cofrades de la primera hora, uno de los cuales dejó una frase refiriéndose a estas cosas del humor en la cofradía que, por cierto, me viene como anillo al dedo para cerrar este diario de hoy y que se refería a la distinción entre humor y mal humor: “El que encuentre inaceptable este criterio puede romper las hojas finales y colocar en su lugar las cotizaciones de Bolsa o los Presupuestos Generales del Estado, y entonces la publicación no habrá perdido ni un solo momento su carácter de seriedad. Aunque creemos más oportuno que se decida a coincidir con nosotros en que humorismo o humor es algo que no va reñido con la seriedad, pero que no se parece en nada al mal humor”. Lo dijo un Hermano Mayor que se llamaba don Antonio Blasco del Cacho. Yo creo que tiene toda la razón, pero ahora te toca a ti decidir si me sigues leyendo… o no. 

Hasta pronto, querido diario.

(Continuará…)

Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro